13 de mayo de 2011

El valor de la palabra de una persona es mayor que miles papeles firmados. Por eso debo tomar mucha atención en lo que digo. Por mi voz, salen mis pensamientos y sentimientos. Así que, al afirmar algo, estoy firmando un contrato mucho más sutil, uno que nadie se va a olvidar. Hoy, por la falta de confianza, la palabra poco vale, pero en verdad todos estamos muy atentos al que el otro dice. Y si hay una falla, entonces estamos listos para apuntarla. Para hacer con que haya coherencia entre mis palabras y mis sentimientos, debo generar una poderosa conciencia de que soy mucho más que mi parte física; soy un ser espiritual y como tal, la Verdad es mi cualidad original.

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